Es mediodía. Por el Paseo de la Independencia, entre la primera y segunda cuadra de la peatonal Congreso, circulan cientos de personas. Hasta ahí, podría tratarse de un día como cualquier otro antes de la pandemia. Dos imágenes, sin embargo, hacen recordar la crisis epidemiológica del presente. Una es que la mayoría de los transeúntes -aunque cada vez menos- usan un tapaboca. La otra es que no hay turistas fotografiándose frente a la Casa Histórica, cuyas puertas aún permanecen cerradas a semanas del 9 de julio.
La decena de locales del área que se dedican a la venta de productos regionales sienten de cerca y con pesar ese último escenario, que es una consecuencia directa de las restricciones sanitarias. Si bien los propietarios de esos negocios reconocen que aún no es tiempo de recibir visitas de otras provincias, se quejan por la “falta de políticas de apoyo” hacia el sector turístico y se lamentan por el “desinterés” del público tucumano en las especialidades autóctonas que ofrecen.
Los consultados por LA GACETA sostienen que esperan recuperar sus ventas -que en algunos casos cayeron 90%- recién el año que viene. Es que están convencidos de que serán uno de los últimos rubros en normalizar su actividad y algunos aseguran que no pueden diversificar su oferta para reinventarse y subsistir porque “podrían ser multados”.
“Somos el último eslabón que volverá. Este negocio vive del turismo y ahora no hay. El cliente tucumano no suele comprar por esta zona”, manifiesta Roxana Correa, propietaria de una tienda de productos regionales ubicada en la esquina de Crisóstomo Álvarez y Congreso. Y especifica: “el turista que trae plata es el porteño, esa es la realidad. Ya tuvimos una temporada mala en verano y ahora todo es peor”.
Al igual que el resto de los comerciantes entrevistados, ella alquila el establecimiento desde donde atiende. El pago de la mensualidad, así como el resto de los pagos fijos, ahora es un reto casi imposible de cumplir. “Acceder a un préstamo es difícil, además de que sería asumir otra deuda imposible de pagar”, sopesa.
Un ¿alivio? comercial
Correa detalla que ahora sus ventas pasan por “una pequeña burbuja” por el día del padre. “Esta semana nos compran mates, billeteras y cuchillos. Pero pasará y seguirá la agonía”, prevé. Julio Correa, que es propietario de una casa del rubro en la Congreso al 100, plantea lo mismo. “Trabajamos el 80% con turistas, así que estamos mal”, expresa. Aprovechando que ya tenía autorización para vender bebidas alcohólicas locales -menciona-, ahora también ofrece “marcas comerciales”. “Es una pequeña forma de reinventarnos porque el tucumano, salvo casos particulares, no consume cosas regionales”, analiza.
Así, la principal observación de este comerciante -que se dedica al sector desde 2006- es la “falta de promoción” del turismo local. “Tucumán tiene mucho para dar, pero no lo sabe explotar”, sostiene. Álvaro Padilla, que es empleado en un negocio aledaño, resume el panorama así: “si no hay turismo, esta cuadra se muere”.
A unos metros, Nahún Melhem ha manejado por décadas una marca de alfajores tucumanos. Él calcula que sus ventas han caído un 90% tras meses sin abrir. “Se entiende lo que pasa, pero es insostenible”, considera. Y agrega: “apostamos al tucumano para mantener las fuentes de trabajo”.
Cristina Veliz tiene un local justo al frente de la Casa Histórica y su caso suma otra desdicha. Según cuenta, al inicio de la cuarentena le robaron objetos por un valor de $ 180.000. “Palanquearon la persiana y entraron. No tengo respuestas, no hay ayudas oficiales y los gastos no perdonan”, se queja. También asevera que no puede vender otros comestibles porque teme que la multen. “Nunca en 27 años en el rubro tuve que remarla así”, se entristece.